Corrían rumores de que a Don Ambrosio, el cura encargado de dirigir el internado, lo cesarían en su función por unos motivos que no estaban muy claros.
Una noche y ante la evidencia de que al día siguiente no estaría con nosotros, se fue corriendo la voz de habitación en habitación de que al día siguiente en lugar de bajar hacia el Instituto (como hacíamos siempre) nos iríamos a la montaña para protestar de esta manera por la que según creíamos nosotros, injusta expulsión.
Así lo hicimos.
La sierra de Baza nos brindaba un espacio de vegetación, belleza y aventura que para nuestra edad adolescente era irresistible.
Organizamos grupos de intendencia y vigilancia y decidimos que estaríamos ocultos hasta la tarde, que era cuando volvían los autobuses a los diferentes pueblos de los que éramos.
A media mañana oímos ruidos de sirenas de policías y desde la altura observamos que en la ciudad había un gran revuelo.
Decidimos no dar el brazo a torcer y ocultos en la maleza aguantamos hasta la tarde que, por caminos secundarios que daban a las afueras de la ciudad, cogimos los desvencijados vehículos de transporte, en paradas alejadas del centro y nos fuimos a nuestras casas.
La situación fue más complicada en casa: explicaciones no entendidas por los padres, regañinas y disgustos, pensar que pasaría después…
Yo vivía en una pedanía de Benamaurel (Puente Arriba) donde no había teléfono y mis padres no tenían coche, por lo cual no pudieron avisar al Instituto de mi llegada. A primeras horas de la mañana siguiente, Don Ambrosio con su vespa se presentó en casa y explicó a los padres la situación.
Inmediatamente me hicieron volver. Fui directo al despacho de Don Servando (jefe de estudios y rígido mandatario de
La monotonía diaria del Instituto continuo, Don Ambrosio no marchó y (¡casualidades de la vida!) años más tarde lo volví a encontrar en una moderna cervecería de Sabadell en compañía de su “sobrina”, una guapa chica veinteañera.
¡Qué pena no haber tenido alguna foto de este evento!, a ver si alguno tenéis alguna fotografía.
Enviado por Fco Carrión Martínez
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